Hace
unos días leí el libro La Broma de Milan
Kundera (1967) y vi la película francesa El Concierto (2009). Hoy, más que
elogiar la obra de Kundera o alabar la maestría del director Radu Mihäileanu
quisiera compartir con ustedes la tragedia de los personajes y con ello, el
impacto que me produjo. Comencemos con la broma.
En
el libro se relata la vida de un joven que estudia el segundo año en
la universidad, que pertenece al partido comunista, a la juventud revolucionaria
y que le gusta hacer bromas. Esta última característica ha sido
cuestionada dentro del partido. Un día le
escribe una postal a una amiga con un comentario contrario al pensamiento
dominante (socialismo). Para él, la nota
en cuestión, sólo era una broma
pero, el costo del jueguito fue ser
expulsado de la universidad, del partido comunista y ser enviado a trabajar en
las minas, cambiando, de este modo, su presente, su futuro, su… vida.
El concierto, película francesa (2009) narra la vida de un director de
orquesta de la Rusia Socialista. El director, llamado el maestro, es arrojado de su mundo cultural porque
defiende a los músicos judíos de la orquesta; cómo castigo a su falta, le es
asignado el trabajo de aseador del teatro, actividad en la que se mantiene durante
casi 30 años, pero un buen día, por cosas del azar, se le presenta la oportunidad y entonces decide cambiar el rumbo obligado que ha llevado su existencia y
la de sus amigos músicos.
Bien, estas dos obras, hoy las refiero, porque
están ubicadas temporalmente en ese mundo que llamamos socialismo y en él
encontramos cómo una ideología, un pensamiento único es impuesto a una
población y quien se resiste es aniquilado en su hacer, más no en su ser.
No puedo dejar de pensar y asociar
estas historias con lo que vivimos en la actualidad venezolana. Lo ocurrido a
comienzos de esta semana (30-04-2012) en la Asamblea Nacional: hombres y
mujeres cayéndole a golpes a diputados de pensamiento distinto; un presidente
del parlamento quitándonos el derecho
a expresarnos a través, de los diputados
que elegimos; un gobierno que cuando la
Mesa de la Unidad democrática (MUD) está hablando por un
medio de comunicación, coloca una cadena presidencial, o el despido de un
trabajador de la administración pública porque no es oficialista. Todas son
situaciones que horrorizan, que violan derechos alcanzados con mucha sangre y
esfuerzo por la humanidad, que niegan un
aprendizaje histórico y, no logro entender cómo, a pesar de esto, una parte de la población ve estos hechos con
beneplácito, y la otra parte podamos aceptar con tanta pasividad que estos
eventos, que no son formas sino fondos, ocurran, sobre todo sabiendo que dentro del pensamiento socialista, el otro, no tiene derecho a existir.
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