viernes, 3 de mayo de 2013

LA BROMA, EL CONCIERTO Y NOSOTROS



Hace unos días leí el libro  La Broma de Milan Kundera (1967) y vi la película francesa El Concierto (2009). Hoy, más que elogiar la obra de Kundera o alabar la maestría del director Radu Mihäileanu quisiera compartir con ustedes la tragedia de los personajes y con ello, el impacto que me produjo. Comencemos con la broma.
 









  En el libro se relata la vida de un joven que estudia el segundo año en la universidad, que pertenece al partido comunista, a la juventud revolucionaria y que le gusta hacer bromas. Esta última característica ha sido cuestionada  dentro del partido.  Un día le  escribe una postal a una amiga con un comentario contrario al pensamiento dominante (socialismo). Para él, la nota  en cuestión,  sólo era una broma pero, el costo del jueguito  fue ser expulsado de la universidad, del partido comunista y ser enviado a trabajar en las minas, cambiando, de este modo, su presente, su futuro, su… vida.

 
 El concierto, película francesa (2009) narra la vida de un director de orquesta de la Rusia Socialista. El director, llamado el maestro,  es arrojado de su mundo cultural porque defiende a los músicos judíos de la orquesta; cómo castigo a su falta, le es asignado el trabajo de aseador del teatro, actividad en la que se mantiene durante casi 30 años, pero un buen día, por cosas del azar, se le presenta  la oportunidad y entonces decide cambiar el  rumbo obligado que ha llevado su existencia y la de sus amigos músicos.
       Bien, estas dos obras, hoy las refiero, porque están ubicadas temporalmente en ese mundo que llamamos socialismo y en él encontramos cómo una ideología, un pensamiento único es impuesto a una población y quien se resiste es aniquilado en su hacer, más no en su  ser.
        No puedo dejar de pensar y asociar estas historias con lo que vivimos en la actualidad venezolana. Lo ocurrido a comienzos de esta semana (30-04-2012) en la Asamblea Nacional: hombres y mujeres cayéndole a golpes a diputados de pensamiento distinto; un presidente del parlamento quitándonos el  derecho a expresarnos a través, de los  diputados que elegimos;  un gobierno que cuando la Mesa de la Unidad democrática (MUD) está hablando  por  un medio de comunicación, coloca una cadena presidencial, o el despido de un trabajador de la administración pública porque no es oficialista. Todas son situaciones que horrorizan, que violan derechos alcanzados con mucha sangre y esfuerzo por la humanidad, que niegan un  aprendizaje histórico y, no logro entender cómo, a pesar de esto,  una parte de la población ve estos hechos con beneplácito, y la otra parte podamos aceptar con tanta pasividad que estos eventos, que no son formas sino fondos, ocurran, sobre todo  sabiendo que dentro del  pensamiento  socialista, el otro,  no tiene derecho a  existir.